Luis Colomer, profesor de musicología y doctor en Filosofía y Letras, acude a su cita con la Clínica Universidad de Navarra acompañado, como de costumbre, por su mujer, Begoña. No es la primera vez que acuden a la Clínica ni la decimosexta, pues hace más de catorce años que Luis recibió su diagnóstico de mieloma múltiple y, desde entonces, ha pasado por varios tratamientos y participado en múltiples ensayos clínicos, siempre con la esperanza de que el siguiente albergue la cura definitiva de su enfermedad.

Begoña y él se sientan con nosotros en una sala de espera para contarnos su historia antes de acudir a su cita para el tratamiento actual. Aficionado al frontón, intérprete de piano… Luis es un paciente con aficiones marcadas desde niño, y fue disfrutando de una de ellas cuando se dio cuenta de que algo iba mal.

Luis: Hace casi quince años que empecé con los primeros síntomas. Me dio una tortícolis fuerte y, como era bastante aficionado al frontón, pensé que sería consecuencia de eso. La verdad es que me duró más de lo normal, pero como no me resultaba un impedimento no le di demasiada importancia. Hasta que un día, al levantarme de la cama noté un dolor fortísimo. Fue como una sensación de calambre brutal que no me dejaba si quiera moverme. Fui al hospital, donde enseguida vieron que no tenía vértebra y tuvieron que operarme de urgencia.

Día Mundial Mieloma Multiple

Así empezó su relación con el mieloma. ¿Podría haberlo intuido de alguna forma?
De ninguna manera. Jamás pensé que una tortícolis pudiera tener nada que ver con un cáncer. Uno puede conocer alguna experiencia de algún amigo… Pero yo no tenía ningún caso cercano, así que no se me ocurrió pensarlo ni por casualidad.

¿Cómo fueron sus inicios?
El asunto se complicó por la propia naturaleza de las cosas. Así que mi hematólogo de Zaragoza me recomendó que acudiera a la Clínica Universidad de Navarra porque es un centro de referencia. De ahí en adelante todo fue muy bien. Resultó que la Clínica ofrecía el último tratamiento comercializado para tratar el mieloma. Por tanto, ellos dirigían el proceso desde Pamplona junto a mi hematólogo, que estaba en Zaragoza, para acordar lo que más me convenía. Gracias a eso no tuve que desplazarme para el tratamiento.

Luis Colomer acompañado, como siempre, de su mujer, Begoña Gil Gómez.

Desde entonces ha debido de pasar por muchas fases.
Sí, me sometí a un trasplante de médula en la Clínica, lo que palió la situación por un tiempo hasta que volví a recaer. Entonces sufrí varias lesiones en las vértebras que requirieron intervención quirúrgica, pasé por muchas sesiones de radioterapia y demás tratamientos que ayudaban a seguir adelante poco a poco… hasta que me hablaron de los ensayos clínicos.

Muchas personas desconfían de los ensayos clínicos.
Bueno, eso puede salir del miedo humano hacia las cosas, pero creo que es importante darles voz y derribar ciertos prejuicios, ya que ofrecen muchas ventajas y beneficios que podrían darle la vuelta a una situación clínica complicada, como la mía. 

“Jamás pensé que una tortícolis pudiera tener nada que ver con un cáncer”
Luis Colomer

¿Cuáles son esas ventajas y beneficios?
Por ejemplo, creo que son una alternativa muy buena para aquellos pacientes que llevamos bastante recorrido en tratamientos convencionales, porque te ofrecen medicamentos inaccesibles por cualquier otra vía. De eso estoy convencido. Medicamentos, me refiero, que no han salido al mercado aún —pero que han sido aprobados, por supuesto—. Por tanto, uno no podría permitírselos ni aun siendo millonario.  Con todo esto, los ensayos te permiten estar a la vanguardia de la investigación y la innovación. Ser el primero en beneficiarse de una opción de tratamiento avanzado es un privilegio. Luego, a mi juicio, creo que son asequibles económicamente, a diferencia de los tratamientos convencionales.

En su caso, llegó a los ensayos clínicos por recomendación del Dr. Felipe Prósper.
Sí, así es. Estaba sufriendo unas lesiones nuevas y el Dr. Prósper, que había estudiado mi caso de cerca previamente, me informó de que tenía unos ensayos abiertos en ese momento que podrían beneficiarme. No lo pensé dos veces y confié en él y en su equipo. Me explicaron todo y las doctoras Paula Rodríguez y Ana Alfonso me acompañaron desde el primer momento.

Luis Colomer se encuentra actualmente cursando un nuevo ensayo clínico en la Clínica Universidad de Navarra.

¿Qué destacaría de los ensayos clínicos en su caso?
Pues, desde luego, la calidad de los fármacos. Por ejemplo, los efectos secundarios de lo que he ido tomando —y lo que tomo ahora mismo— no tienen nada que ver con los de los fármacos convencionales. También creo que su eficacia es altamente superior, dado el grandísimo avance que he logrado desde que empecé esta trayectoria. Uno está recibiendo y percibiendo ese avance constantemente. 

Podríamos decir que usted es la viva imagen del avance en los tratamientos del mieloma. ¿No tuvo dudas sobre su seguridad en ningún momento?
El control durante el proceso es exagerado, mayor que durante un tratamiento convencional. Se toman muchas medidas de seguridad. Por ejemplo, ahora mismo me están realizando un PET cada tres meses debido a mis últimas lesiones acarreadas por la enfermedad. También te hacen analíticas constantemente… Tiene su parte positiva y negativa, como todo. Evidentemente, para tu salud es mucho mejor, pero estás en tensión continua a la espera de los resultados.

“Los ensayos clínicos pueden darle la vuelta a una situación clínica complicada como la mía”
Luis Colomer

Y, ¿compensa?
Desde luego. Es preferible esto que llevarse más tarde la sorpresa de que el asunto haya empeorado mucho. Creo que los ensayos clínicos son una esperanza para mucha gente. Me parece que en el caso del mieloma ha habido unos avances muy notables.

No cabe duda de que la suya es una historia de paciencia y esperanza. ¿Cuál ha sido su principal apoyo durante todos estos años?
Sin lugar a dudas, mi mujer. Lo que le pase a uno mismo tiene su importancia, pero, al final, es bastante secundario. La clave de todo —y la parte más complicada— es pensar en la persona que dejas atrás. Cuando llegas a ese punto en el que la tendencia natural del hombre a sobrevivir no es suficiente, ponerse en la piel de los demás puede cambiar tu punto de vista de manera radical.

Texto:
Carmen Guerrero
Fotografía:
Manuel Castells

Este artículo ha sido publicado por la Clínica Universidad de Navarra en la revista Noticias.cun.