Está claro que un hospital está para asistir a sus pacientes, pero no fue hasta pasada la Guerra Mundial que los centros de mayor talento y dimensiones mutaron hacia hospitales universitarios. Estos lugares instauraron una manera de trabajar muy característica: además de atender a las personas enfermas, empezaron a aprender de ellas para, después, transmitir esos conocimientos.

Donde mejor se ha mantenido, a lo largo de los últimos ocho siglos, esa llamada “iniciativa” ha sido en las universidades. Acompañarse del adjetivo “universitario” significa que el trabajo no es únicamente asistencial, sino también transmitir y generar conocimiento. Afortunadamente, al menos en Europa y Estados Unidos, cada vez más hospitales están dirigiendo su modelo hacia este carácter docente.

No consiste en ponerse una medalla o en encontrar una manera de promocionarse, sino que, verdaderamente, hacía falta estudiar las enfermedades y a los enfermos desde otro punto de vista, uno más completo, enfocado hacia el progreso. Al fin y al cabo, es la experiencia en desarrollo constante lo que impulsa la sociedad y convierte a estos lugares en entornos de referencia.

Hoy en día no somos capaces de distinguir dónde está la asistencia, dónde está la investigación y dónde la docencia. El nuevo término que otorgan las universidades en el s.XXI para estos tres conceptos es el de “transferencia”, pues, ¿de qué sirve saber tanto si no lo transmites?