Hace solo unos meses, la Clínica Universidad de Navarra y el Cima abrían una vía para el tratamiento del tumor cerebral que más muertes causa en niños. Por primera vez en el mundo, se trató con un virus oncolítico a pacientes con glioma intrínseco difuso de tronco y se demostró que el procedimiento era realizable y seguro.
Los resultados de este ensayo clínico se publicaron en el último número de New England Journal of Medicine, una de las revistas científicas de mayor impacto en Medicina. Hoy continúan los casos de éxito de este tratamiento con otras especialidades como Dermatología. Esta es la historia de José Fernández, un paciente que acudió a la sede madrileña de la Clínica en busca de una alternativa para tratar su carcinoma epidermoide de piel.
El Dr. Eduardo Castañón, especialista en Oncología Médica de la Clínica Universidad de Navarra en Madrid, nos cuenta su experiencia: “Decidimos aplicar esta terapia al paciente porque había agotado otras vías y no se sentía preparado para operarse. Optamos por administrarle el tratamiento estándar, que recibiría dentro del ensayo, y además proponerle una terapia con un virus oncolítico”, explica.
El paciente cumplía todos los criterios, así que para el equipo médico era el candidato ideal. “Decidimos darle esta oportunidad de poder recibir, además del tratamiento estándar, algo novedoso”, apunta Castañón.

En las primeras semanas el tumor se inflamó, aumentando de tamaño y generando más síntomas. “El paciente tuvo dolor e incluso nos planteamos parar el tratamiento porque pensábamos que estaba empeorando. La realidad es que este es un fenómeno que ocurre bastante en la inmunoterapia: se produce una inflamación de las células tumorales”, explica el Dr. Castañón.
Sin embargo, esto es precisamente lo que los profesionales pretenden: “Lo que buscamos es que nuestro sistema inmunitario se dirija hacia una célula tumoral y provoque esa inflamación. Esto provoca que en apariencia el tumor parezca más grande, pero si lo observáramos con un microscopio, probablemente, aparte de las células tumorales, también existirían muchas células inflamatorias”.
Posteriormente, el tumor fue poco a poco reduciendo su tamaño. “La verdad es que ha sido espectacular el cambio. Ha pasado de presentar una lesión que medía más de siete centímetros a no tener absolutamente nada a día de hoy. José pudo abandonar toda la medicación para el dolor y comenzó a realizar vida normal. Este es un caso espectacular”, insiste el doctor.
El futuro de los virus oncolíticos
“Cuando administramos un virus oncolítico, sobre todo de manera intratumoral, el beneficio es que lo administramos directamente en la célula tumoral, siendo un tratamiento tan eficaz que es capaz de destruir estas células con un cierto grado de especificidad y sin alterar otro tipo de células”, explica el especialista.
La ruptura de estas células tumorales provoca que se produzcan fragmentos celulares reconocibles por el sistema inmunitario. Así, este viaja a lo largo de todo el cuerpo, con la ventaja de que si encuentra alguna célula tumoral a lo largo del cuerpo —incluso en zonas donde no hemos inyectado el virus— puede reconocerla y atacarla. De esta forma, nos permite aplicar no solo un tratamiento local (donde se inyecta el virus), sino también a distancia por su efecto inmune.
El Dr. Castañón reconoce que los tratamientos intratumorales tienen cierta complejidad logística: “Necesitamos trabajar de forma multidisciplinar porque puede haber muchos departamentos implicados: Dermatología, Radiología Intervencionista, Enfermería, Oncología Médica o Farmacia, entre otros. Todos tenemos que mantenernos muy coordinados porque los tiempos son muy concretos. Tiene un futuro muy prometedor”.
Además, el especialista recalca la importancia del seguimiento de pacientes. “Por todo esto también la clave de contar con un buen equipo de enfermería de ensayos clínicos”.
Es importante tener en cuenta que para acceder a cualquier ensayo hay que cumplir una serie de requisitos. “Existen una serie de criterios de inclusión que el paciente debe cumplir, como los criterios de la propia enfermedad, pero también otros como el estado general del paciente”.
También existen los criterios de exclusión, es decir, aquellos centrados en garantizar la seguridad de la persona. “Muchas veces es un poco frustrante que no todos los pacientes puedan participar en un ensayo clínico, al menos no todos los que quisiéramos. Pero es cierto que la prioridad es garantizar que los resultados son seguros y reproducibles”, concluye.
- Texto:
- Ana Agüí
- Fotografía:
- José Juan Rico
Este artículo ha sido publicado por la Clínica Universidad de Navarra en la revista Noticias.cun.