Tras la cámara del ordenador, Iñaki Leizeaga nos recibe con una sonrisa de oreja a oreja. Había pasado la mañana caminando por el monte “durante unas cuatro horitas”. Confiesa que a veces se despide de su familia y se monta en su pequeña furgoneta para desaparecer unos días por la montaña. Un hombre al que le apasiona la espeleología, el submarinismo, la arqueología… “La naturaleza siempre ha sido muy importante para mí”, resume.

¿Cuál era su situación antes de operarse?
Siempre he procurado perder peso de varias maneras y caminar cuanto podía, aunque no era capaz de hacer dietas propiamente dichas. Cuando conseguía perder 20 kg, enseguida ganaba 22 kg. Estaba sumido en un bucle del que no conseguía salir, pero si no me hubiera preocupado habría alcanzado los 115 kg. Era pre-diabético y dormía con cpap, una máscara que te ayuda a respirar por la nariz y boca. Así que un día, el endocrinólogo de la Clínica Universidad de Navarra me dijo que yo era el adecuado para una cirugía bariátrica, que era “un caso de libro”. Pero tenía mucho miedo, pensaba: “Seguro que todavía puedo darle la vuelta a esto”. Y llegué a la edad de 60 años. Seguía teniéndole mucho respeto a una cirugía… Pero al final acepté.

 ¿Qué fue lo que le impulsó a tomar la decisión?
Mi historia familiar, más que nada. Mi padre era diabético y murió de cáncer de esófago después de la amputación de sus dos piernas. Todo esto me rondaba mucho por la cabeza. Además de estar llegando a una edad en la que me acercaba al punto de no retorno. Recuerdo las palabras que me dijo el endocrino: “De todas maneras, decidas lo que decidas te vamos a seguir cuidando”. Y eso fue clave para mí.

Fui a ver al doctor Víctor Valentí, el cirujano que me operaría, y la seguridad que me transmitió hizo que saliera de ahí más tranquilo. Ambos éramos conscientes de que se trataba de una operación, y eso siempre conlleva sus riesgos, pero me transmitió mucha confianza y dije: “Está bien, pues para delante”.

“Lo que veía Iñaki era solo la punta del iceberg. No les operamos por obesidad, sino más bien por las consecuencias que tiene la obesidad en su calidad de vida y todos los problemas que les acaba generando”
Dr. Víctor Valentí

Especialista del Área de Obesidad y cirujano de Iñaki

El Dr. Víctor Valentí, codirector del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra y especialista en cirugía general y digestiva, menciona que “lo que veía Iñaki era solo la punta del iceberg. Hay veces que no existe otra salida y ésa es la mejor opción”, y añade: “No les operamos por obesidad, sino más bien por las consecuencias que tiene la obesidad en su calidad de vida y todos los problemas que les acaba generando. Por eso hay que operar cuanto antes”.

Sobre la cirugía realizada, el Dr. Valentí explica que “la cirugía que se le hizo se llama ‘baipás gástrico laparoscópico’, una de las técnicas de cirugía bariátrica. Es la más común de las cirugías de la obesidad porque tiene resultados muy buenos de pérdida de peso con el tiempo y de resolución de problemas de salud”.

¿Cómo fue el proceso?
La recuperación no fue muy difícil. Fui bajando de peso, al principio rápidamente, y luego de manera paulatina, enseñando al estómago a comer poco a poco. Fuimos integrando distintos tipos de comida y mi peso se fue estabilizando. Llegué a pesar 70 kg, pero ahora peso alrededor de 85 kg, que es mi peso correcto. La cirugía te ayuda, eso lo he aprendido, pero si no te esfuerzas por ti mismo es difícil que llegue a buen término. Es un trabajo de todo el equipo: del cirujano, del endocrinólogo, de la nutricionista… y el cuarto del equipo soy yo.

“Se trata de que cambien hábitos”, explica el Dr. Valentí. “No hay nada milagroso y ellos lo entienden. La cirugía les ofrece una ayuda muy importante gracias a los cambios anatómicos que les produce y con los que ellos mejoran su metabolismo. También les preparamos para eso, para que no dejen de entender que siempre, si no te cuidas, vuelves a coger kilos”, añade.

Iñaki, cirugía bariátrica en la Clínica Universidad de Navarra

¿Qué es lo que más valora de llevar una vida sana?
Es difícil explicarlo con una sola cosa. Valoro muchísimo todas esas pequeñas sensaciones que hacen tu vida más fácil, como poder agacharse, o meterme fácilmente en el saco de dormir cuando me voy de excursión, poder irme al monte sin preocupaciones de salud… Muchas cosas pequeñas que antes no podía hacer porque me costaban mucho y que facilitan la vida, como poder atarse los cordones de los zapatos sin problema o recoger algo del suelo.

El tema de la diabetes se me ha normalizado, la tensión también, ya duermo sin ayudas… Me hicieron unas nuevas pruebas de apneas y estaba todo perfecto. Mi artritis de hace años también ha mejorado. De hecho, tomaba un medicamento todas las semanas y me lo han reducido al mínimo. Al tener más vitalidad, moverme más… todo mejora muchísimo. Todo son mejoras.

Y luego, sobre todo, la esperanza con la que miro el futuro. Antes lo veía más oscuro y mi pronóstico para dejar de estar activo era a los 65 años. Pensaba en bucle: “Como no haga algo… Como no haga algo…” Bueno, pues he hecho algo y ahora veo más allá. El médico endocrino me dijo: “Iñaki, tú por genética vas a ser diabético, pero con la operación lo hemos retrasado 20 años”. Y con 80 ya… Me dará igual (ríe). Haber ganado 20 años te da otra perspectiva de la vida. Por eso, son pequeñas cosas en conjunto. Es el sentirte vivo de otra manera.

Texto:
Carmen Guerrero
Fotografía:
Cedidas

Este artículo ha sido publicado por la Clínica Universidad de Navarra en la revista Noticias.cun.