Estábamos avisados con tiempo… más de 15 años han pasado desde que los pioneros de la “medicina P4” nos avisaron que el modelo estaba cambiando y que urgía adaptarse al nuevo. De repente, o no tan de repente, pero el sistema no siempre es ágil y flexible, nos encontramos tratando enfermos y no enfermedades y pasando rápido de medicina reactiva a medicina predictiva, preventiva, personalizada y participativa (P4). Las diferentes especialidades cambiaron mucho o poco el foco, pero la aproximación a las enfermedades oncológicas, al cáncer, cambió de forma drástica e irreversible. En los últimos años, las personas que nos dedicamos desde los diferentes ámbitos al cuidado de los enfermos oncológicos tuvimos que transformarnos a la vez que se transformaba el conocimiento sobre las enfermedades, los equipos y los datos disponibles incrementaban exponencialmente. Nos encontramos en una situación en que, para tratar a un paciente con cáncer, para tratarle de forma excelente, no era suficiente con lo que el paciente contaba, había que escuchar al tumor.
En la Clínica Universidad de Navarra esta transformación la sufrimos grupos de profesionales de naturaleza enormemente multidisciplinar que integraba a numerosas especialidades, pero, sobre todo, a bioinformática. La nueva consigna era invertir en tecnología y, fundamentalmente, en el análisis de los datos: “por cada euro en equipos, pon diez euros en análisis”. Los estudios de los tumores se han ido haciendo más grandes, más complejos, más completos y, desde luego, más sofisticados. Lo difícil no es obtener los datos, la complejidad está en entender lo que el tumor tiene que decir y transformarlo en información clínicamente útil para el paciente. En la Clínica Universidad de Navarra apostamos por un modelo basándonos, no en la rentabilidad económica únicamente, sino primando la idea que tener la tecnología y las personas formadas en la institución nos daría la flexibilidad para hacer un estudio urgente o diez convencionales en plazos adaptados y que a que nuestros ojos expertos verían más que las máquinas, por bien programadas que estuvieran. Hoy sabemos que acertamos en el modelo y que nuestras capacidades actuales se deben a ese aprendizaje. Hoy estamos en una situación en que podemos informar más de 500 genes individuales en biomarcadores simples, así como muchos genes o alteraciones combinadas en biomarcadores complejos como la “carga mutacional del tumor”, la evaluación de las “vías de reparación”, determinar si un tumor es estable o inestable e, incluso, identificar pistas que nos hablen si las mutaciones están en el tumor o en el paciente (paciente con predisposición hereditaria a cáncer). En esta nueva etapa de análisis genómico, hemos apostado para que todos los biomarcadores que aportan información sobre el diagnóstico, pronóstico y, sobre todo, el valor predictivo de respuesta a tratamiento, estén juntas en una única herramienta en nuestro centro.
Estamos de acuerdo con Mies Van der Rohe con el «Menos es más» en algunos ámbitos del arte, la arquitectura e, incluso, de la medicina; pero, en el tratamiento del cáncer en la actualidad «Más es menos»: más información para tener menos toxicidad para el paciente, menos tiempo de espera y menos muestra necesaria.