Tras once meses, Karen ha recibido el alta médica. Casi un año después en el que no solo ha recibido tratamiento de quimioterapia y protonterapia, sino que también ha hecho la primera comunión, cumplido su sueño de ir a Disneyland o iniciar uno nuevo: volver cuando sea mayor para estudiar medicina con la Dra. Elena Panizo.
El 2 de noviembre, Karen llegaba a la Clínica junto a su madre Aida después de que le hubieran diagnosticado un cáncer dos meses antes en Ecuador. Tras una primera cirugía, Aida y Jairo buscaron las mejores opciones para su hija, consultando una segunda opinión en distintos hospitales. “Venir a la Clínica y recibir protones, para mi hija al menos, ha sido lo máximo. Si alguien está lidiando con este problema les diría ‘despréndanse de lo que tengan, porque la vida no tiene precio’”, afirma Aida.
Ahora, encaran el otoño con otro rumbo: la vuelta a casa. Karen cuenta con ilusión que tiene cien ganas de ir, de ver a todos, a papá, y de comer algo de allí: torta tres leches.
¿Cuándo supieron que algo no iba bien?
Fue un viernes, en septiembre de 2020, que Karen amaneció con vómitos y fiebre. Le di una medicina, le dejé con su tía y las clases virtuales. Pensábamos que quizá era un virus, pero su tía me llamó porque seguía vomitando y estaba cansada. Al día siguiente, se levantó y era como si tuviera vértigos y náuseas. Su papá es médico general, le evaluó y dijo que no sabía qué pasaba pero que había algo más.
¿Cómo conocieron el diagnóstico?
Buscamos un neuropediatra por todos los medios que le valorase presencial hasta que un doctor de urgencias pudo verla y confirmó que era algo neurológico. Le ingresaron en la UCI pediátrica para una resonancia y un TAC y encontraron 2 tumores en el cerebro. El doctor hizo una interconsulta con el neurocirujano, que pidió un TAC de cuerpo completo y ahí nos dieron el diagnóstico que no hubiéramos querido escuchar nunca: un meduloblastoma con metástasis en la columna en estadio III. Pero ella nunca había tenido síntomas, era una chica muy sana y muy dinámica.

En noviembre del 2020, Karen comenzó en Madrid el tratamiento con protones como parte de todo su proceso terapéutico.
¿Cuáles fueron los pasos a seguir?
Le planificaron la cirugía de emergencia y después nos derivaron al centro oncológico en la ciudad de Cuenca. Karen permaneció internada un mes. A partir de ahí nuestra vida cambió. Es nuestra hija única. Éramos conscientes de que la radioterapia irradia tejidos sanos y por la localización de los tumores nos indicaron que podía perder audición, vista…
Entonces, buscaron alternativas. ¿Cómo conocieron la Clínica?
Escribimos a Estados Unidos y nos dieron la opción en la Clínica St. Jude. Pero yo mantenía relación con una compañera de trabajo que había venido a la Clínica porque su hijo tenía un osteosarcoma. Le conté lo que ocurría con Karen y le dije que no sabía qué hacer. Ella me dijo que aquí había una máquina que era buena incluso para los niños. Y que había una niña, Ahinara, que había recibido la terapia. Buscando en redes dimos con una emisora que había colaborado con su familia, nos dieron el contacto y le llamamos al señor Iglesias. Nos explicó un poco qué eran los protones y nos indicó que entráramos en la web.
“La Dra. Panizo nos explicó el plan desde el comienzo y se pudieron cumplir todos los pasos y parece que ha remitido todo”
Y contactaron con la Clínica.
Hablamos con don Alonso, que nos explicó todo, pero nos indicó que teníamos que enviar los exámenes para una segunda opinión. El Dr. Felipe Calvo nos escribió personalmente, tuvimos una videollamada y nos indicó cuál era el tratamiento si Karen venía. Nos dio una esperanza para ella.
¿Qué decidieron?
Ahí empezó nuestra lucha, por nuestra hija íbamos a donde sea. Nos reunimos con la familia, conocimos a una fundación y nos contactó con el Dr. Camilo Chiquito, un ángel que nos ayudó y siempre está pendiente. Y aquí nos pusimos en contacto con el programa Niños Contra el Cáncer de la mano de Pilar Lorenzo, que desde que la conocimos formó parte de nuestra familia.
Y viajaron a Madrid.
El 2 de noviembre llegamos y comenzó el tratamiento con protones. Fue duro. Mi hija nunca había volado, era la primera vez que se separaba de su papa, de la familia. Pero Karen ha estado siempre acompañada desde el momento que entrábamos por la puerta hasta salir. Lo más bonito para ella es venir aquí a la Clínica, lo más divertido. Cuando terminaba la quimio y bajaba a protones ella decía que en la máquina iba a la luna, comía queso y regresaba.

Karen tocando la Campana de los Valientes, símbolo de la finalización del tratamiento con protonterapia.
¿Cómo ha evolucionado Karen?
Cuando llegamos ella todavía tenía un hipo intermitente, vómitos, no subía las escaleras, ni tenía estabilidad. La Dra. Panizo nos explicó el plan desde el comienzo y se pudieron cumplir todos los pasos. Yo soy enfermera, pero cuando te toca vivir algo así con un hijo, uno se olvida todo y se dedica solo a ser madre.
Y once meses después, regresan a casa.
Allí haremos los dos primeros controles y se los mandaremos a los doctores para que los revisen. Aparentemente ha remitido todo, en la columna está todo limpio y en la cabecita hay 2 manchitas, tan pequeñas que no se puede aplicar más tratamiento. Desde hace 3 meses han visto que siguen del mismo tamaño, por lo que es ir comprobando que no cambia. Ya hacemos vida normal, está asistiendo a las clases virtuales y las ganas de volver a casa, como ella dice, son 100%.
“Todos nos han abrazado, no nos han dejado solos en ningún momento”

“Estamos felices y muy agradecidos con todo el personal. Karen ha estado siempre acompañada tanto en Madrid como en Pamplona. Hemos hecho amistad con las personas de Admisión, con las enfermeras… Karen las iba a buscar en la UCI pediátrica para que fueran ellas las que le pincharan. Montó casi una galería en su habitación, hacía bailes, tik toks con las enfermeras… ellas siempre se sacaban su espacio para estar un rato con Karen. Y para Karen lo más feliz era ir a la Clínica con sus peluches, uno de ellos se lo regaló el anestesiólogo José María.
Siempre me he sentido abrazada, pese a todas las restricciones, siempre han estado ahí las enfermeras, el personal, la psicopedagoga Amaia, Alonso y la Dra. Loreto García del Barrio. Hicimos la Primera Comunión aquí en la Clínica con el capellán D. Ángel.
Nosotros estamos agradecidos con todos, pero especialmente con los Dres. Felipe Calvo y Elena Panizo, con Pilar Lorenzo, que fue nuestro mejor regalo de Navidad. Y con Winston que ha estado todos los días pendientes, nos ha llevado a la playa, a conocer Navarra, incluso cumplió el sueño de ir a Disney”.
- Texto:
- María Domínguez
- Fotografía:
- Rubén Calvo
Este artículo ha sido publicado por la Clínica Universidad de Navarra en la revista Noticias.cun.